El don de la seguridad en Dios: «Si Dios está de nuestra parte, ¿quién puede estar en contra nuestra?» Romanos 8:31

La fe es aceptar el credo, nos explica Tomás de Aquino, la fe es lo que vincula al creyente con Jesús y su palabra, la fe es importante cuando aprendemos a imitar a Jesús («Por tanto, imiten a Dios, como hijos muy amados» Efesios 5:1), a seguir su camino de misericordia; pero además de esto hay una fe adulta o madura, que es la seguridad o confianza en Dios, esta seguridad es la concreción de la esperanza y el comienzo de la vida eterna, la vida que una vez obtenida no puede perderse: «Dichosos los de corazón limpio, porque ellos verán a Dios» Mateo 5:8.
El don de la seguridad en Dios es una promesa de la que tenemos que ser conscientes nos explica el apóstol Pablo: «Si Dios está de nuestra parte, ¿quién puede estar en contra nuestra?» Romanos 8:31.

La seguridad en Dios es la fe adulta o madura que nace de la visión de Dios

Pablo nos habla profusamente de los dones espirituales y nos explica: «Ustedes, por su parte, ambicionen los mejores dones» 1 Corintios 12:31. Los mejores dones son los dones que surgen luego de la Gnosis («Yo te aseguro que quien no nazca de agua y del Espíritu no puede entrar en el reino de Dios» Juan 3:5), y entre ellos esta la confianza junto con la sabiduría, el entendimiento y el don de ciencia. Y esta confianza esta unida indefectiblemente al amor de Cristo (Ágape), el amor proyectado hacia toda la obra de Dios, el amor que nos hace semejantes al creador del cielo y de la tierra en espíritu y verdad: «¿Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿La tribulación, o la angustia, la persecución, el hambre, la indigencia, el peligro, o la violencia?» Romanos 8:35. La seguridad en Dios es un conocimiento especial de los misterios espirituales, porque así como hay una realidad material o física, también están las realidades espirituales o inmateriales, la mente se abre con el tercer ojo a la visión de Dios es decir a la vida contemplativa (Juan 17:3), cumpliendo con una profecía: «Clama a mí, y yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces» Jeremías 33:3. El Señor nos llama a realizar el Reino de los Cielos en el mundo.

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Qué nos dice la Biblia sobre el don de la confianza o seguridad en Dios.

La fe y la esperanza son dones que se reciben con la conversión, es decir, con el paso de una vida llena de pecados a una vida de rectitud ( «Haz por los demás lo que te gustaría que hicieran por ti”, Mateo 7:12 ). La esperanza nos explica Tomás de Aquino es la seguridad de recibir la vida eterna, el conocimiento de Dios («Esto es la vida eterna, que te conozcan a ti, único Dios verdadero», Juan 17:3). Estos dones espirituales asisten al creyente porque la razón no puede percibir la verdad: «Pero cuando llegue lo perfecto, lo imperfecto desaparecerá. Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño; cuando llegué a ser adulto, deje atrás las cosas de niño. Ahora vemos de manera indirecta y velada, como en un espejo; pero entonces veremos cara a cara. Ahora conozco de manera imperfecta, pero entonces conoceré tal y como soy conocido.», 1 Corintios 13:10-12.
La percepción por parte de la mente de la verdad, es una consecuencia del nuevo nacimiento en el agua y el espíritu, en filosofía este nacimiento se denomina Gnosis: “De veras te aseguro que quien no nazca de nuevo no puede ver el Reino de Dios—dijo Jesús.
—¿Cómo uno puede nacer de nuevo siendo ya viejo?—pregunto Nicodemo ¿Acaso puede entrar por segunda vez en el vientre de su madre y volver a nacer?
— Yo te aseguro que quien no nazca del agua y del espíritu no puede entrar en el Reino de Dios— respondió Jesús—. Lo que nace del cuerpo es cuerpo y lo que nace del espíritu es espíritu”, Juan 3:3-6
Cuando nacemos de nuevo recibimos la vida eterna y los dones que definen la integridad del hombre es decir los dones de sabiduría, entendimiento y discernimiento; y como consecuencia la esperanza se extingue o se realiza. Jesús explica esto con una bienaventuranza: «Bienaventurados los puros de corazón porque verán a Dios», Mateo 5.8. La visión de Dios hace que la fe y la esperanza den lugar a la confianza o seguridad en Dios. Este don acompaña la vida eterna, la vida contemplativa y el don de la perseverancia, la determinación diaria de evitar el mal obrando el bien. La confianza en Dios se considera la fe adulta, la fe perfeccionada por el don de ciencia. La seguridad es una comprensión diferente de la fe porque se perciben con la inteligencia las realidades divinas: «No mirando las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas», 2 Corintios 4:18.
La Fe y la esperanza, junto con la razón o la justicia son conceptos que no pueden aplicarse al hombre espiritual, porque el hombre espiritual no esta separado de Dios, sino en comunión con el: «En cambio, el que es espiritual lo juzga todo, aunque él mismo no esta sujeto al juicio de nadie, porque ´¿quien ha conocido la mente del Señor para que pueda instruirlo?´ Nosotros, por nuestra parte, tenemos la mente de Cristo.», 1 Corintios 2:15-16. También, «Pero el que se une al Señor se hace uno con él en espíritu», 1 Corintios 6:17.

La confianza es la fe perfeccionada por el don de ciencia.