Dios es amor: Nosotros sabemos que hemos pasado de la muerte a la vida porque amamos a nuestros hermanos

El apóstol Juan en su primera epístola nos habla de como tenemos que vivir para alcanzar la promesa de la verdadera vida, la vida que una vez obtenida no puede ser quitada, por eso es vida eterna, porque nos acompaña para siempre: «Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero» Juan 17:3.
En la doctrina del Reino de los Cielos, el dominio de las perfecciones divinas, esta vida es un imperativo, una exigencia, porque el verdadero bien del hombre no es la felicidad, sino que es alcanzar la integridad o la madurez, sino somos íntegros no podemos conocer la gracia y el misterio de Dios. Por eso nos dice la Biblia es ante todo necesario un cambio de mirada, porque el que permanece en el pecado no puede conocer el amor de Dios (Ágape) y la vida contemplativa nos explica Juan: «Todo el que comete pecado quebranta la ley; de hecho, el pecado es transgresión de la ley.» 1 Juan 3:4.
Por eso hay una elección de excluyente para recibir el amor sobrenatural, es decir la gracia de lo alto; la vida recta por un lado, y una vida llena de pecados por el otro, elegimos entre el camino de Abel y el camino de Caín: «Ninguno que haya nacido de Dios practica el pecado, porque la semilla de Dios permanece en él; no puede practicar el pecado, porque ha nacido de Dios. Así distinguimos entre los hijos de Dios y los hijos del diablo: el que no practica la justicia no es hijo de Dios; ni tampoco lo es el que no ama a su hermano» 1 Juan 3:9-10.
El apóstol nos enseña una regla para reconocer el verdadero amor y diferenciarlo del mal amor: «Nosotros sabemos que hemos pasado de la muerte a la vida porque amamos a nuestros hermanos. El que no ama permanece en la muerte. Todo el que odia a su hermano es un asesino, y ustedes saben que en ningún asesino permanece la vida eterna» 1 Juan 3:11.
Y este amor nos dice el apóstol debe traducirse en hechos concretos: «Si alguien que posee bienes materiales ve que su hermano está pasando necesidad y no tiene compasión de él, ¿cómo se puede decir que el amor de Dios habita en él? Queridos hijos, no amemos de palabra ni de labios para afuera, sino con hechos y de verdad.» 1 Juan 3:17-18.
Porque al final Dios esta presente y premia a quienes lo buscan: «Dios es más grande que nuestro corazón y lo sabe todo. Queridos hermanos, si el corazón no nos condena, tenemos confianza delante de Dios, y recibimos todo lo que le pedimos porque obedecemos sus mandamientos» 1 Juan 3:19-22.

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La psicología del miedo a la muerte: Que nos dice y nos enseña la Biblia al respecto

El hombre según la Biblia esta constituido por tres partes: cuerpo, alma y espíritu. Cuando prevalece el cuerpo en el hombre tenemos que la conducta del hombre viene formada por la concupiscencia, el deseo desordenado hacia los bienes aparentes como la fama, el dinero o el poder. La concupiscencia tiene un efecto no deseable, el miedo a la muerte. Esto es así porque la mente se encuentra ocupada en aquellas cosas que pueden perderse con el paso del tiempo, la salud tiene un limite y la posibilidad de no poder disfrutar de los bienes en el futuro nos crea una gran inseguridad. El miedo a la muerte se vuelve intenso cuando nos convertimos en «buscadores de placer».
Platón siempre enseña en sus libros que los hombres deben buscar las verdades inmateriales, un ejemplo de esto es el mito de la caverna de Platón; esto en la Biblia tiene un equivalente, el espíritu, el maestro interior. Cuando elegimos vivir los dones espirituales, es decir cuando buscamos lo correcto y lo mejor, lo correcto por el don de consejo y lo mejor por la misericordia, estamos siguiendo a ese maestro interior que nos dirige hacia la verdad y como dice Jesús: «El amor os hará libres», Juan 8:31. En el hombre espiritual, el hombre integro el miedo a la muerte no existe por que el hombre posee el amor de Dios: «sino que el amor perfecto echa fuera el temor. El que teme espera el castigo, así que no ha sido perfeccionado en el amor», 1 Juan 4:18. Podríamos afirmar sin equivocarnos que el miedo a la muerte es inherente a la «incompletitud del hombre», esta es la base de la psicología del miedo; el nuevo nacimiento, el nacimiento del agua y del espíritu nos libera de las pasiones: «Nadie puede ver el Reino de Dios si antes no renace de lo alto», Juan 3:3.
Jesús viene a enseñarnos el Reino de Dios, el imperio o gobierno de las perfecciones divinas («Sean perfectos como el Padre celestial es perfecto», Mateo 5:48); y esto significa liberarnos de toda opresión y esto implica esa opresión que viene de los miedos mas profundos en el hombre: «librar a todos los que por el temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre», Hebreos 2:15. El ejercicio de las virtudes purificativas como la misericordia y la piedad, es decir el ejercicio de los dones espirituales, liberan al alma de error y del excesivo amor hacia las cosas terrenas como consecuencia el miedo disminuye. Tenemos que elegir entre el amor a Dios y el amor al dinero nos enseña la Biblia: «Nadie puede servir a dos señores pues menospreciará a uno y amará al otro. No se puede servir a la vez a Dios y a las riquezas.», Mateo 6:24, tenemos que elegir entre el espíritu y la carne, el espíritu nos libera, en cambio la carne nos retiene, nos sujeta a servidumbre porque los miedos nos obligan muchas veces a acciones contrarias a la razón, y esas acciones se vuelven casi forzosas. Vivir libres de toda forma de miedo es la recompensa a una vida llena de misericordia hacia Dios y el prójimo, la piedad es el camino hacia la iluminación espiritual y la vida eterna, la mediación focalizada en los atributos divinos de Dios.