Jesús contra la opresión: ¡Ay de ustedes, expertos en la ley!, porque se han adueñado de la llave del conocimiento

La opresión es básicamente la generalización de la injusticia, pero esta injusticia tiene una finalidad; cuando los regímenes sociales o políticos tienden a la apropiación de las riquezas para beneficio de sus miembros en contra del bien general, es decir cuando las oligarquías y tiranías se imponen por su poder en la sociedad, es cuando se notan los efectos de la opresión.
Jesús es un líder espiritual que enseña la sabiduría de Dios y debe enfrentar no precisamente a las autoridades romanas, sino a quienes hacen negocio con la religión; la espiritualidad y la religión no son muchas veces lo mismo. La opresión no es solo un fenómeno político o económico, sino fundamentalmente cultural o social.
Jesús fué perseguido por los fariseos y los doctores de la ley que lo consideraban una persona molesta para el orden establecido. Pero Jesús conocía los problemas de la gente, y el mensaje del evangelio es un mensaje de libertad y prosperidad, por eso Jesús denunció a los religiosos de su tiempo de reducir a la gente a la superstición, la ignorancia, y a una fachada tildada de misericordia.
Para oprimir a la gente simple y sencilla no se necesitan de soldados o policias sino simplemente con quitarle la ciencia de la sabiduría a la gente, porque sin esa ciencia la gente camina sin brújula, sin un norte claro, donde no hay sabiduría no hay ni prosperidad ni esperanza, y esto lo vemos con absoluta claridad en los países mas pobres del mundo, la humanidad a alcanzado grandes conocimientos técnicos, pero la eficiencia de esos conocimientos depende de la sabiduría, la sabiduria es la madre de todas las ciencias, es decir es la «llave» que nos permite la utilización provechosa de todas las demás ciencias, por eso en los evangelios la sabiduría de Dios es la llave de la ciencia o del conocimiento.
Por eso Jesús cuando denuncia a los sacerdotes dice: «¡Ay de ustedes, expertos en la ley!, porque se han adueñado de la llave del conocimiento. Ustedes mismos no han entrado, y a los que querían entrar les han cerrado el paso.» Lucas 11:52. Sin sabiduria no podemos entrar al Reino de los Cielos, la fe ciega no es suficiente: «Dichosos más bien—contestó Jesús— los que oyen la palabra de Dios y la obedecen» Lucas 11:28. El Reino de Dios es la cultura de la excelencia: «Por tanto, sean perfectos, así como su Padre celestial es perfecto» Mateo 5:48; y la sabiduría (la palabra de Dios) es el conocimiento de los medios correctos para vivir.

La sabiduría es la llave de la ciencia, porque de ella depende el uso provechoso de todas las demás
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Jesús es el hijo del hombre en la Biblia: «Yo soy el camino, la verdad y la vida», Juan 14:6

Jesús nos enseña que él personifica la rectitud de Dios, Jesús es el hijo del hombre. La rectitud no es una virtud, la rectitud es una perfección, la rectitud es el máximo principio ético del hombre, y por lo tanto un don espiritual: «Por tanto, sean perfectos, así como su Padre celestial es perfecto», Mateo 5:48. La rectitud es la vida en gracia de Dios, la rectitud no es «no pecar» ni tampoco la regla de plata; la rectitud es una exigencia que nos coloca frente a la necesidad del bien, la rectitud es la regla de oro: «Así que en todo traten ustedes a los demás tal y como quieren que ellos los traten a ustedes. De hecho, esto es la ley y los profetas» Mateo 7:12. Por este don espiritual imitamos al Señor Jesús y somos participes del Reino de los Cielos y de sus bendiciones y promesas: «Por tanto, imiten a Dios, como hijos muy amados» Efesios 5:1, así lo explica el apóstol Pablo.
El don espiritual de la rectitud tiene tres características que lo definen, la rectitud es camino, verdad y vida. La rectitud es camino porque los dones son progresivos, los dones se viven porque se crece, todos tenemos un ranking o un millaje de rectitud, cuanto mayor es nuestro ranking más cerca estamos de nuestro Señor Jesús, de su sabiduría y de la iluminación espiritual interior, también conocida como Gnosis.
La rectitud también es verdad porque es lo preciso y lo exacto, la rectitud es lo opuesto al error, al pecado. Este don nos ilumina interiormente, nos llena el corazón de felicidad y alegría, recordemos que Aristóteles nos explica que a mayor virtud mayor felicidad, la rectitud es una forma de virtud perfecta, y nos hace saber la voluntad de Dios para nuestras vidas. La rectitud como don nos da una mayor calidad de vida y no lleva hacia la longevidad (don espiritual de la Inmortalidad).
La rectitud también es vida, porque cuando la verdad no es suficiente es necesaria la vida, como en el caso de las mentiras piadosas. Un caso de rectitud es la parábola del buen samaritano, esta parábola está como recordatorio permanente de cómo deben obrar los cristianos en un mundo dominado por la opresión, la mentira y el engaño, frente a nuestro prójimo seguimos de largo y hacemos como que no miramos o salimos a ofrecer nuestra ayuda, Jesús nos explica que tenemos que elegir.

Jesús nos enseña a vivir agradecidos: «Levántate y vete, porque tu fe te ha sanado», Lucas 17:19.

En el evangelio de Lucas, el Señor Jesús sana a diez leprosos, y de estos diez solo uno vuelve a dar gloria a Dios por la bendición recibida, Dios es misericordioso con sus hijos, pero sino somos agradecidos con Dios por los bienes recibidos, eso significa que solo pensamos en nosotros mismos y en nuestro propio bien. Agradecer a Dios como ese Samaritano curado de lepra es un signo de crecimiento espiritual, porque el samaritano vuelve para compartir su alegría con Jesús, los dones espirituales cuando se viven y se comparten con el prójimo, crecen, aumentan, se desarrollan (fructifican): «Sean compasivos, así como su Padre es compasivo» Lucas 6:36.
Recordemos que Jesús nos habla del tesoro que hay en el corazón: «El que es bueno, de la bondad que atesora en el corazón produce el bien; pero el que es malo, de su maldad produce el mal, porque de lo que abunda en el corazón habla la boca», Lucas 6:45. Ser agradecidos, vivir rectamente, todo eso significa que estamos haciendo crecer nuestro tesoro de bondad.
El punto de partida del Reino de los Cielos son las decisiones simples y sencillas de todos los días, y en la historia que Jesús nos presenta esto significa dar gracias a Dios por todo lo bueno que es recibido, esto es lo que la Biblia nos quiere enseñar.
El evangelista Lucas nos narra esta hermosa historia, donde un samaritano nos vuelve a dar el ejemplo del camino correcto a seguir: «Un día, siguiendo su viaje a Jerusalén, Jesús pasaba por Samaria y Galilea. Cuando estaba por entrar en un pueblo, salieron a su encuentro diez hombres enfermos de lepra. Como se habían quedado a cierta distancia, gritaron:
—¡Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros!
Al verlos, les dijo:
—Vayan a presentarse a los sacerdotes.
Resultó que, mientras iban de camino, quedaron limpios.
Uno de ellos, al verse ya sano, regresó alabando a Dios a grandes voces. Cayó rostro en tierra a los pies de Jesús y le dio las gracias, no obstante que era samaritano.
—¿Acaso no quedaron limpios los diez?—preguntó Jesús—.
¿Dónde están los otros nueve? ¿No hubo ninguno que regresara a dar gloria a Dios, excepto este extranjero?
Entonces Jesús le dijo:
—Levántate y vete, porque tu fe te ha sanado.» Lucas 17:11-19.

Las enseñanzas de Jesús sobre el dinero: No se puede servir a la vez a Dios y a las riquezas. Mateo 6:24

Jesús el el Sermón del Monte anuncia las bienaventuranzas, y una serie de máximas y consejos que resumen la ética y la moral cristianas. Y entre estas importantes enseñanzas hay una referida al dinero, el dinero jamás debe ser un fin en si mismo, sino un medio para vivir bien, con dignidad, y ayudar a nuestro prójimo con obras de caridad, cumpliendo así con el nuevo mandamiento: «Nadie puede servir a dos señores, pues menospreciará a uno y amará al otro, o querrá mucho a uno y despreciará al otro. No se puede servir a la vez a Dios y a las riquezas.», Mateo 6:19-24.
A semejanza de la filosofía Platónica, Jesús nos enseña que debemos buscar la verdad, que yace en Dios, y no los bienes aparentes; el conocimiento de la verdad nunca puede perderse en cambio las riquezas si: «No acumulen para sí tesoros en la tierra, donde la polilla y el óxido destruyen, y donde los ladrones se meten a robar. Mas bien, acumulen para sí tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el óxido carcomen, ni los ladrones se meten a robar. Porque donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón.», Mateo 6:19-21.
Jesús nos plantea dos amores y dos caminos, según que es lo que mueva nuestro corazón, la codicia y el miedo son los motivadores del amor al dinero, en cambio el contentamiento, la felicidad mezclada con gozo, es el motivador cuando amamos a Dios y su sabiduría.
Si amamos el dinero, el dinero nunca va a ser suficiente, es como esa persona que teniendo sed toma agua del mar, la sed no puede disminuir, así son los malos amores, no benefician a nadie. Aparte el dinero consigo trae un mal que muchas veces pasa desapercibido, una falsa sensación de seguridad, como en la parábola del rico insensato (Lucas 12:13-21).
En cambio el amor a Dios (Ágape) es diferente, el amor a Dios es el amor proyectado hacia toda la obra de Dios, este amor esta asociado a la verdadera felicidad, la felicidad de corazón, ya que como enseña Aristóteles a mayor virtud mayor felicidad, corresponde a la Caridad, que es la virtud mas elevada y hermosa, la felicidad mas perfecta: «Dichosos los de corazón limpio, porque ellos verán a Dios», Mateo 5:8.

«Hijo del Hombre»: ¿Porqué Jesús usa esa expresión en la Biblia para referirse a él mismo?

El titulo «Hijo del Hombre» aparece por primera vez en el antiguo testamento en los libros de Ezequiel y Daniel. El Reino de Dios y el hijo del hombre están asociados entre si en un futuro próximo: «Estaba yo mirando en las visiones de la noche, y he aquí que en las nubes del cielo venía alguien como un Hijo del Hombre.», Daniel 7:13.
El libro de Daniel también llama al profeta hijo del hombre: «Luego vino cerca de donde yo estaba. Y cuando llegó, me atemoricé y me postré sobre mi rostro. Pero él me dijo: —Comprende, hijo del hombre, porque la visión tiene que ver con el tiempo del fin», Daniel 8:17.
Ezequiel, en el libro que lleva su nombre recibe el mismo título: «Me dijo: Hijo de hombre, come lo que hallas; come este rollo, y ve y habla a la casa de Israel.», Ezequiel 3:1. En el antiguo testamento la interpretación de este titulo es incierto.
Pero el Nuevo Testamento es mas específico. En Jesús, el titulo tiene una connotación especial. Jesús también, pero de un modo mas original, usa la expresión o el título, «Hijo del Hombre» en la Biblia para referirse a él mismo.
En el evangelio de Juan hay siete afirmaciones del «Yo soy»: «Yo soy el Pan de Vida», Juan 6:35; «Yo soy la luz del mundo», Juan 8:12; «Yo soy la Puerta», Juan 10:9; «Yo soy el Buen Pastor», Juan 10:11; «Yo soy la resurrección y la vida», Juan 11:25; «Yo soy la vid», Juan 15:5; «Yo soy el camino, la verdad y la vida», Juan 14:6.
Jesús personifica las perfecciones de Dios, es decir los dones y cualidades de Dios: «Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que esta en los Cielos es perfecto.», Mateo 5:48. Jesús es la segunda persona de la Santísima Trinidad junto con el Padre y el Espíritu Santo. Jesús hace en su persona, los dones de Dios (los dones son perfecciones), Jesús es la sabiduría es decir Jesús es la puerta y el pan de vida, Jesús es la guía de Dios: Jesús es el buen pastor y la luz del mundo; Jesús personifica el bien: Jesús es camino, verdad y vida.
El Reino de Dios se nos presenta como una doctrina de misterios, muchas de las enseñanzas de Jesús si bien tienen una base metafísica, no pueden ser interpretadas racionalmente, se necesita del don de ciencia: «Entonces les abrió el entendimiento, para que comprendiesen las escrituras», Lucas 24:45.
El Reino de los Cielos tiene un doble sentido: el hombre busca la perseverancia de Dios, el hombre se hace «hijo de Dios»; y la perseverancia, que es un don espiritual, se personifica en Jesús, Dios se hace «hijo del hombre».

El maestro Jesús nos enseña como conectar con el espíritu santo, el maestro interior

Jesús en los evangelios nos introduce en la enseñanza del maestro interior: «Mas el que practica la verdad viene a la luz, para que sea manifiesto que sus obras son hechas en Dios», Juan 3:21.
Practicar la verdad significa ser precisos y exactos, ser asertivo. Por ejemplo tenemos una cita, ser asertivo significa ser puntual en el lugar y la hora del encuentro, ni minuto mas ni minuto menos. Ser asertivo significa también cumplir con la palabra dada, cumplir adecuadamente con nuestros contratos y nuestras obligaciones con los demás, si decimos si es si y si decimos no es no: «Antes bien, sea el hablar de ustedes: «Si, si» o «No, no»; porque lo que es más de esto, procede del mal», Mateo 5:37.
El espíritu santo que es el maestro interior huye de la falsedad y el error: «Porque el santo espíritu, el educador, huye de la falsedad, se aparta de los razonamiento insensatos, y se siente rechazado cuando sobreviene la injusticia», Sabiduría 1:5.
Hay una elección de base: el camino del error o el camino de la falsedad. Conectar con el maestro interior, es conectar con la luz interior de la verdad y su camino.
Hay objetos que pueden ser percibidos con los sentidos que son los objetos físicos, pero hay objetos que solo pueden ser contemplados con la inteligencia y la razón, a las primeras las llamamos «carnales» y a las segundas «espirituales», cuando nos enseñan sobre las cosas espirituales, como la sabiduría, el alma consulta o conecta a ese maestro interior que le revela la verdad.
Por eso Jesús nos advierte de no llamar maestros a quienes no lo son: «Pero no permitan que a ustedes se les llame «Rabí», porque tienen un solo Maestro y todos ustedes son hermanos. Y no llamen a nadie «padre» en la tierra, porque ustedes tienen un solo Padre, y él está en el cielo. Ni permitan que los llamen «maestro», porque tienen un solo Maestro, el Cristo.», Mateo 23:8-10.
Cuando aceptamos el mensaje de Jesús que es vivir los dones espirituales: «Yo soy el camino, la verdad y la vida», Juan 14:6. El maestro interior viene en nuestro auxilio en los momentos de dificultad y necesidad. Jesús sobre el maestro interior nos enseña: «Y, cuando los arresten y los sometan a juicio, no se preocupen de antemano por lo que van a decir. Solo declaren solo lo que se le dé a decir en ese momento, porque no serán ustedes los que hablen, sino el Espíritu Santo.», Mateo 13:11.

Jesús y el peligro de las riquezas: El significado de la Parábola del Rico insensato

Jesús nos enseña que la codicia nos conduce por el camino del error en la Parabala del Rico insensato. En las enseñanzas de Jesús las riquezas no son en sí algo malo, todo depende del uso que les demos; hay una riqueza bien asentada, que es la riqueza unida a la sabiduría (el conocimiento de los medios correctos para vivir) y el temor de Dios (constancia, firmeza, devoción, ecuanimidad, estabilidad); y por el otro lado una riqueza mal asentada que esta unida a la codicia y el miedo. Los bienes espirituales no deben estar separados de los bienes materiales: «La sabiduría es aún mejor cuando uno tiene dinero; ambas cosas son de beneficio a lo largo de la vida.», Eclesiastés 7:11.
Pero Jesús es claro, si nos olvidamos de la palabra de Dios y solo buscamos satisfacer nuestro propio egoísmo, corremos el riesgo de caer en una falsa sensación de seguridad, en eso consiste el peligro de las riquezas: «¡Tengan cuidado!—advirtió a la gente—. Absténganse de toda avaricia; la vida de una persona no depende de la abundancia de sus bienes.», Lucas 12:15.
El cuento de Jesús tiene un mensaje muy claro, el que acumula solo para sí solo acumula para otros:
«Entonces les contó esta parábola:
—El terreno de un hombre rico le produjo una buena cosecha. Así que se puso a pensar: ´¿Qué voy a hacer? No tengo donde almacenar mi cosecha´. Por fin dijo: ´Ya se que voy a hacer: derribaré mis graneros y construiré otros mas grandes, donde pueda almacenar todo mi grano y mis bienes. Y diré: Alma mía ya tienes bastantes cosas buenas guardadas para muchos años. Descansa, come, bebe y goza de la vida´. Pero Dios le dijo: ´¡Necio! Esta misma noche te van a reclamar la vida. ¿Y quién se quedará con lo que has acumulado?´.
´Así le sucede al que acumula riquezas para si mismo, en vez de ser rico delante de Dios´», Lucas 12:16-21.
Jesús nos llama a practicar la humildad y la misericordia, a vivir los dones recibidos de Dios, ese es el verdadero tesoro del hombre, porque como explica la Biblia: «Porque nada hemos traído a este mundo, y sin duda nada podremos sacar», 1 Timoteo 6:7.
Tenemos que elegir entre dos caminos, el camino del acierto (precisión y exactitud) y el camino del error, entre la bienaventuranza y la malaventuranza: Dos mentalidades, dos caminos, dos retribuciones.

Las enseñanzas de Jesús y los niños

Hay numerosos relatos en los evangelios sobre Jesús y los niños:
«En aquel momento los discípulos se acercaron a Jesús para preguntarle: ¿Quién es el mas grande en el Reino de los cielos?. Jesús llamo a un niño, lo puso en medio de ellos y dijo: «Les aseguro que si ustedes no cambian o no se hacen como niños, no entraran en el Reino de los Cielos. Por lo tanto, el que se haga pequeño como este niño será el mas grande en el Reino de los Cielos.» Mateo 18:1-4
«Le trajeron entonces a unos niños para que les impusiera las manos y orara sobre ellos. Los discípulos lo reprendieron, pero Jesús les dijo: «Dejen a los niños, y no les impidan que vengan a mi, porque el Reino de los Cielos pertenece a los que son como ellos.» Mateo 19:13-15

Jesus y los niños
Jesús nos dice que para entrar al Reino de Dios hay que ser como un niño. Tomas de Aquino, padre de a escolástica nos explica que el bien es una naturaleza y razón de causa final de los seres: todo ser desea su bien o perfección nos explica el teólogo; así como la naturaleza de la semilla es la planta que fructifica y como la naturaleza del huevo es el ave, la naturaleza del hombre es la conformidad a Dios. Para alcanzar esta conformidad necesitamos de un segundo nacimiento, de un nacimiento del espíritu. Somos niños de vuelta como resultado de la progresividad del hombre hacia su razón de causa final: Dios, la sabiduría misma. En esencia Jesús nos esta diciendo que para entrar al Reino tenemos que ser «buenos» como Dios. Dios es la fuente del bien y toda sabiduría.
Cuando recibimos al espíritu de sabiduría en nuestros corazones somos niños de vuelta.