El arte de escuchar es una antigua práctica que nos permite prestar atención a quienes nos rodean y además nos da la posibilidad de encontrar la verdad en situaciones donde está oculta o disimulada. La Biblia nos relata principalmente de 4 casos, dos en el antiguo testamento: el juicio del Rey Salomón a las dos prostitutas (1 Reyes 3:16-28), y Daniel en el juicio a Susana (Daniel 13:1-64); y dos en el nuevo testamento, el caso de Jesús y los denarios: «Entonces denle al césar lo que es del césar y a Dios lo que es de Dios» Mateo 22:21, y el caso de Jesús con la prostituta: «Aquel de ustedes que esté libre de pecado, que tirela primera piedra» Juan 8:7.
El arte de escuchar (escucha, medita con intuición e inspiración, decide con creatividad y discernimiento) no tiene que ser confundido con la prudencia, la virtud moral de la prudencia busca la felicidad a través del ejercicio de la razón práctica, en cambio el arte de escuchar tiene su importancia porque es una perfección, un don espiritual, que tiene como fin encontrar el bien común, la verdad y la paz social, sus características mas distintivas son la precisión y la exactitud.
El Juicio a Susana comienza con una descripción de ella: «En Babilonia vivía un hombre muy rico llamado Joaquín. Tenía un gran jardín junto a su casa, y como era muy respetado, todos los judíos iban con frecuencia a visitarlo. Joaquín se había casado con Susana, una mujer muy hermosa que era hija de un hombre llamado Hilquías. Tanto Hilquías como su esposa eran personas muy honestas, y habían educado a Susana de acuerdo con las enseñanzas que Dios le había dado a Moisés, por eso ella obedecía a Dios en todo.» Daniel 13:1-4.
Pero dos ancianos que habían sido designados jueces y que frecuentaban la casa de Joaquín se habían enamorado de Susana, con lo cual deciden tenderle una trampa para tener relaciones intimas con ella; al encontrarla sola tomando un baño en el jardín de su casa se lanzan sobre ella y le piden su consentimiento para estar con ella, pero ella los rechaza, y con un escándalo comienza la acusación de Susana por adulterio.
Susana recibe la ayuda de su familia, pero con los testimonios de dos jueces en su contra su suerte esta echada, y es entonces que Susana pide la ayuda de Dios, y un joven llamado Daniel que se encontraba en el juicio recibe a inspiración de Dios. Daniel pide interrogar a los jueces por separado, y es allí que Daniel encuentra el error y la falsedad, al encontrar una contradicción en los dos testimonios. Susana salvó su vida, y Daniel pudo encontrar la verdad en un caso muy difícil, con lo cual la Biblia finaliza el relato: «Ese día, se salvó de la muerte a una mujer inocente. Susana no había hecho nada vergonzoso, y todos sus parientes le dieron gracias a Dios. A partir de ese día, Daniel fue muy respetado por todo el pueblo.» Daniel 13:63-64.
Y es así que se cumple un proverbio, que nos enseña la importancia de tener buenos guías espirituales: «Sin profecía el pueblo se desenfrena», Proverbios 29:18.
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¿Por qué debemos pedir sabiduría a Dios? La importancia de entrar al Reino de los Cielos
El Reino de los Cielos es la cultura de la excelencia: «Por tanto, sean perfectos, así como su Padre celestial es perfecto», Mateo 5:48. El Reino pregonado por Jesús es fundamentalmente un dominio o gobierno ético fundamentado en Dios: «Jesús le dijo: ¿Por que me llamas bueno? Ninguno hay bueno, sino solo uno, Dios.», Marcos 10:18.
Vivir los dones espirituales (los dones son perfecciones) es vivir eticamente porque todos los dones son buenos por definición.
¿Qué mas excelente que la sabiduría de lo alto, que proviene del mismo Dios?: «Si a alguno de ustedes le falta sabiduría, pídasela a Dios, y el se la dará, pues Dios da a todos generosamente sin menospreciar a nadie.», Santiago 1:5
La sabiduría de lo alto es el conocimiento de los medios correctos para vivir. La importancia de pedir sabiduría es fundamental, no podemos entrar al Reino de los Cielos sin sabiduría, porque cuando aprendemos sabiduría aprendemos a ser asertivos, es decir aprendemos a ser precisos y exactos; como por ejemplo en el juicio del Rey Salomón a las dos prostitutas en 1 Reyes 3:16-28, como cuando Jesus salva a la prostituta de ser apedreada: «Aquel de ustedes que este libre de pecado, que tire la primera piedra.», Juan 8:7
Cuando tomamos una decisión acertamos o fallamos, los valores, los mandamientos y el amor son formas del error, herejías que nos alejan del camino de la misericordia, del camino de la piedad. Además la ley del retorno premia la acertividad y castiga el error, la falla: «No se engañen: de Dios nadie se burla. Cada uno cosecha lo que siembra», Gálatas 6:7.
Solo cuando recibimos sabiduría es cuando aprendemos a resolver correctamente los problemas: «La sabiduría es lo primero. ¡Adquiere sabiduría! Por sobre todas las cosas, adquiere discernimiento», Proverbios 4:7. La sabiduria además vale tanto como el dinero: «Porque la sabiduría protege como el dinero protege. Pero la ventaja del conocimiento es que la sabiduría preserva la vida de sus poseedores. Eclesiastés 7:12.
Dios quiere bendecirnos con su conocimiento, pero todo depende de que camino elijamos, y como lo explica el antiguo testamento: «Hoy pongo al cielo y a la tierra por testigos contra ti, de que te he dado a elegir entre la vida y la muerte, entre la bendición y la madición», Deuteronomio 30:19.
Qué nos enseña la Biblia sobre la importancia de mantener una buena conciencia ante Dios
La buena conciencia es fundamental porque todos juzgamos según nuestra propia medida: «Para los puros todo es puro, pero para los corruptos e incrédulos no hay nada puro. Al contrario, tienen corrompidas la mente y la conciencia», Tito 1:15.
Todos tenemos un tesoro en el corazón nos explica la Biblia y de ese tesoro es que nace tanto la buena conciencia como la mala conciencia: «El que es bueno, de la bondad que atesora en el corazón produce el bien; pero el que es malo, de su maldad produce el mal, porque de lo que abunda el corazón habla la boca.», Lucas 6:45.
Las personas con buena conciencia hacen de cada oportunidad, una oportunidad para ayudarse a si mismas y a los demás, están decididas a aprender, a mejorar, a perfeccionarse y a liberar a los demás de sus propias limitaciones y miserias: el bien es expansivo, de allí que nace la facultad de la empatía como en la Parábola del Buen Samaritano (Lucas 10:25-37), todos tenemos que hacer nuestra vida, pero siempre podemos hacernos un lugar para auxiliar a nuestros hermanos(nuestro prójimo). El buen samaritano es el ejemplo que nos pone Cristo para imitar: «Haz por los demás lo que te gustaría que hicieran por ti», Mateo 7:12.
La buena conciencia encierra en si misma de una bendición, nos libera del miedo: «En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor; porque el temor lleva en sí castigo. De donde el que teme, no ha sido perfeccionado en el amor.», 1 Juan 4:18.
Cuando cultivamos los buenos pensamientos dentro nuestro no esperamos de los demás cosas negativas o dañinas y eso nos libera de esa sensación de «miedo difuso» o de «miedo constante» que es típico de las personas mas negativas. El apóstol Pedro nos describe la buena conciencia: «Finalmente sed todos de un mismo sentir, compasivos, amándonos fraternalmente, misericordiosos, amigables; no devolviendo mal por mal, ni maldición por maldición, sino por el contrario, bendiciendo, sabiendo que fuisteis llamados para que heredaseis bendición.», 1 Pedro 3:8-9.
La conciencia, es decir aquello que nos achaca constantemente lo que somos como personas es lo que nos conduce a los fines últimos de la vida humana, las obras de la carne para los que tienen mala conciencia y los frutos del espíritu para los que acercan su conciencia a Dios:
“Las obras de la naturaleza pecaminosa se conocen bien: inmoralidad sexual, impureza y libertinaje; idolatría y brujería; odio, discordia, celos, arrebatos de ira, rivalidades, disensiones, sectarismos y envidia; borracheras, orgías y cosas parecidas. Les advierto ahora, como antes lo hice, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios. En cambio, el fruto del espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, humildad y dominio propio. No hay ley que condene estas cosas.” Gálatas 5:19-23.