Jesús en el evangelio de San Mateo nos advierte de los dos caminos, el camino del acierto y el camino del error, es decir, el camino de la verdad y el camino de la falsedad. Por esto luego de anunciar el camino de bendición, es decir la vida bienaventurada, vivir los dones espirituales heredados de Dios (Mateo 5:3-12); Jesús nos muestra además el camino opuesto, el camino del sufrimiento y de la falsa sabiduría: «Ustedes han oído que se dijo: ´ Ama a tu prójimo y odia a tu enemigo´» Mateo 5:43.
El que odia nos dice Jesús, ya tiene su retribución, y no es precisamente el infierno, las obras de la carne están a la puerta de la casa del impío: «Las obras de la naturaleza pecaminosa se conocen bien: inmoralidad sexual, impureza y libertinaje; idolatría y brujería; odio, discordia, celos, arrebatos de ira, rivalidades, disensiones, sectarismos y envidia; borracheras, orgías, y otras cosas parecidas. Les advierto ahora, como antes lo hice, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios» Gálatas 5:19-21.
Los herejes (los maestros del error) nos dice Jesús, nos plantean un camino que parece lógico y fácil con su falsa sabiduría (malignidad), discernir entre el amigo y el enemigo y allí aplicar una vara, pero el problema de este razonamiento es que el amor de Dios y la verdadera vida no pueden estar en los que siguen este camino: «Todo el que odia a su hermano es un asesino, y ustedes saben que en ningún asesino permanece la vida eterna» 1 Juan 3:15. Podríamos decir que lo opuesto a la vida eterna, que es el verdadero fin de la vida del hombre, es el «vacío psicológico», el percibir que la vida no tiene ningún sentido y que no se va a ningún lado con lo que se hace, Jesús no quiere esto para nuestras vidas.
La práctica del error no es el camino hacia la felicidad, los valores son un camino hacia seguro hacia la confusión, no crecemos practicando la virtud (justicia) o siguiendo ideales, crecemos viviendo la misericordia (compasión), viviendo la piedad (constancia, firmeza, devoción): «Pero yo os digo: Amen a sus enemigos y oren por quienes los persiguen, para que sean hijos de su Padre que está en el cielo» Mateo 5:43-44.
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Acierto y error, el problema de la ética: ¿Quién está consciente de sus propios errores? Salmo 19:12
Los seres humanos buscamos la felicidad naturalmente nos explica Aristóteles en Ética a Nicómaco, pero la búsqueda de la felicidad es un error, los que la buscan finalmente no la encuentran o en el mejor de los casos se reduce a simples momentos pasajeros. La Biblia nos enseña que los seres humanos estamos sujetos a leyes éticas y que tenemos que elegir entre dos caminos. La felicidad es un verdadera forma pertenece a las personas precisas y exactas, es decir a los que elijen el camino de la verdad o el acierto, porque estas personas son las que controlan los efectos negativos y positivos de la ley de la cosecha y la siembra explicada por la Biblia: «No se engañen: de Dios nadie se burla. Cada uno cosecha lo que siembra» Gálatas 6:7.
El Salmo 19 nos muestra el que quizás sea el problema fundamental de la ética en el hombre, tenemos que elegir entre la verdad (precisión y exactitud) y el error. Siguiendo la enseñanza del Salmo 1, el salmo de los dos caminos; la verdad o asertividad por un lado, y el error o el pecado por otro, son caminos y discernimientos (mentalidades), para los primeros la inmortalidad (don de la longevidad) y la vida eterna (vida contemplativa), para los segundos la ruina: «Porque el SEÑOR cuida el camino de los justos, mas la senda de los malos lleva a la perdición» Salmo 1:6.
La ley de Dios es completa y fuente de toda sabiduría nos dice el Salmo 19, los que meditan en ella evitan el error y encuentran el conocimiento, la luz y la alegría:
«La ley del SEÑOR es perfecta:
infunde nuevo aliento.
El mandato del Señor es digno de confianza:
da sabiduría al sencillo.
Los preceptos del SEÑOR son rectos: traen alegría al corazón.
El mandamiento del SEÑOR es claro:
da luz a los ojos» Salmo 19:7-8.
En el hombre sensato esta el evitar el error y buscar el camino de la rectitud:
«¿Quién está consciente de sus propios errores?
¡Perdóname aquellos de los que no estoy consciente!
Libra, además, a tu siervo de pecar a sabiendas;
no permitas que tales pecados me dominen.
Así estaré libre de culpa
y de multiplicar mis pecados» Salmo 19:12-13.