El don de la seguridad en Dios: «Si Dios está de nuestra parte, ¿quién puede estar en contra nuestra?» Romanos 8:31

La fe es aceptar el credo, nos explica Tomás de Aquino, la fe es lo que vincula al creyente con Jesús y su palabra, la fe es importante cuando aprendemos a imitar a Jesús («Por tanto, imiten a Dios, como hijos muy amados» Efesios 5:1), a seguir su camino de misericordia; pero además de esto hay una fe adulta o madura, que es la seguridad o confianza en Dios, esta seguridad es la concreción de la esperanza y el comienzo de la vida eterna, la vida que una vez obtenida no puede perderse: «Dichosos los de corazón limpio, porque ellos verán a Dios» Mateo 5:8.
El don de la seguridad en Dios es una promesa de la que tenemos que ser conscientes nos explica el apóstol Pablo: «Si Dios está de nuestra parte, ¿quién puede estar en contra nuestra?» Romanos 8:31.

La seguridad en Dios es la fe adulta o madura que nace de la visión de Dios

Pablo nos habla profusamente de los dones espirituales y nos explica: «Ustedes, por su parte, ambicionen los mejores dones» 1 Corintios 12:31. Los mejores dones son los dones que surgen luego de la Gnosis («Yo te aseguro que quien no nazca de agua y del Espíritu no puede entrar en el reino de Dios» Juan 3:5), y entre ellos esta la confianza junto con la sabiduría, el entendimiento y el don de ciencia. Y esta confianza esta unida indefectiblemente al amor de Cristo (Ágape), el amor proyectado hacia toda la obra de Dios, el amor que nos hace semejantes al creador del cielo y de la tierra en espíritu y verdad: «¿Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿La tribulación, o la angustia, la persecución, el hambre, la indigencia, el peligro, o la violencia?» Romanos 8:35. La seguridad en Dios es un conocimiento especial de los misterios espirituales, porque así como hay una realidad material o física, también están las realidades espirituales o inmateriales, la mente se abre con el tercer ojo a la visión de Dios es decir a la vida contemplativa (Juan 17:3), cumpliendo con una profecía: «Clama a mí, y yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces» Jeremías 33:3. El Señor nos llama a realizar el Reino de los Cielos en el mundo.

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Cuando Dios corrige: Respondan a mis reprensiones, y yo les abriré mi corazón. Proverbios 1:23

La sabiduría de Dios no trabaja con «el debe ser» o el «debería ser así», la vida no es fácil y muchas veces los problemas no se presentan en la manera en la que realmente son, y además no ven con la anticipación debida, y por lo general cuando se actúa contra ellos ya es demasiado tarde, la claridad de pensamiento y la visión de largo plazo no es algo frecuente en la personas, y usualmente las personas actúan únicamente sobre sus necesidades mas inmediatas con generalizaciones muy pobres y básicas, «me las sé todas» se dice a si mismo el necio; esto es lo que se conoce como el razonamiento del «palo y a la bolsa», y de acá al desastre hay un solo paso, un ejemplo sobre esto es el problema del cambio climático a nivel global, la falta de decisiones claras sobre este tema en la clase política mundial es notoria.
Y sobre estas cosas trata la sabiduría, la sabiduría interactua con la creatividad, la intuición y la inspiración; la sabiduría permite una apreciación de la realidad y los problemas de una manera diferente, cuando algo es sabio es por que es lo preciso y lo exacto teniendo en cuenta no solo el corto plazo sino también el largo plazo, la sabiduría se anticipa a los problemas, la sabiduría es de naturaleza divina porque es perfecta como Dios es perfecto. Así nos llama la sabiduría: «Respondan a mis reprensiones, y yo les abriré mi corazón; les daré a conocer mis pensamientos» Proverbios 1:23.
Pero el libro de Proverbios nos dice que muchas veces los hombres son caprichosos y viven siguiendo sus pasiones pasajeras: «Como ustedes no me atendieron cuando los llamé, ni me hicieron caso cuando les tendí la mano, sino que rechazaron todos mis consejos y no acataron mis reprensiones ahora yo me burlaré de ustedes cuando caigan en desgracia» Proverbios 1:24-26. Pero la sabiduría nos dice el libro, premia a sus hijos, Dios de algún modo corrige, con premios y castigos: «Pero el que me obedezca vivirá tranquilo, sosegado y sin temor del mal» Proverbios 1:33.

Dios es amor: Nosotros sabemos que hemos pasado de la muerte a la vida porque amamos a nuestros hermanos

El apóstol Juan en su primera epístola nos habla de como tenemos que vivir para alcanzar la promesa de la verdadera vida, la vida que una vez obtenida no puede ser quitada, por eso es vida eterna, porque nos acompaña para siempre: «Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero» Juan 17:3.
En la doctrina del Reino de los Cielos, el dominio de las perfecciones divinas, esta vida es un imperativo, una exigencia, porque el verdadero bien del hombre no es la felicidad, sino que es alcanzar la integridad o la madurez, sino somos íntegros no podemos conocer la gracia y el misterio de Dios. Por eso nos dice la Biblia es ante todo necesario un cambio de mirada, porque el que permanece en el pecado no puede conocer el amor de Dios (Ágape) y la vida contemplativa nos explica Juan: «Todo el que comete pecado quebranta la ley; de hecho, el pecado es transgresión de la ley.» 1 Juan 3:4.
Por eso hay una elección de excluyente para recibir el amor sobrenatural, es decir la gracia de lo alto; la vida recta por un lado, y una vida llena de pecados por el otro, elegimos entre el camino de Abel y el camino de Caín: «Ninguno que haya nacido de Dios practica el pecado, porque la semilla de Dios permanece en él; no puede practicar el pecado, porque ha nacido de Dios. Así distinguimos entre los hijos de Dios y los hijos del diablo: el que no practica la justicia no es hijo de Dios; ni tampoco lo es el que no ama a su hermano» 1 Juan 3:9-10.
El apóstol nos enseña una regla para reconocer el verdadero amor y diferenciarlo del mal amor: «Nosotros sabemos que hemos pasado de la muerte a la vida porque amamos a nuestros hermanos. El que no ama permanece en la muerte. Todo el que odia a su hermano es un asesino, y ustedes saben que en ningún asesino permanece la vida eterna» 1 Juan 3:11.
Y este amor nos dice el apóstol debe traducirse en hechos concretos: «Si alguien que posee bienes materiales ve que su hermano está pasando necesidad y no tiene compasión de él, ¿cómo se puede decir que el amor de Dios habita en él? Queridos hijos, no amemos de palabra ni de labios para afuera, sino con hechos y de verdad.» 1 Juan 3:17-18.
Porque al final Dios esta presente y premia a quienes lo buscan: «Dios es más grande que nuestro corazón y lo sabe todo. Queridos hermanos, si el corazón no nos condena, tenemos confianza delante de Dios, y recibimos todo lo que le pedimos porque obedecemos sus mandamientos» 1 Juan 3:19-22.

Protección Espiritual: A quienes el poder de Dios protege mediante la fe hasta que llegue la salvación. 1 Pedro 1:5

La protección espiritual en la Biblia nace de la comunión con la bienaventuranza. Dios predestina desde la eternidad (la eternidad es la posesion simultánea de todo el tiempo, Tomás de Aquino) a los bienaventurados para recibir una herencia ( la vida eterna, Juan 17:3), como lo explica la primera epístola del apóstol Pedro:
«Por su gran misericordia, nos ha hecho nacer de nuevo mediante la resurrección de Jesucristo, para que tengamos una esperanza viva, y recibamos una herencia indestructible, incontaminada e inmarchitable. Tal herencia está reservada en el cielo para ustedes, a quienes el poder de Dios protege mediante la fe hasta que llegue la salvación que se hade revelar en los últimos tiempos», 1 Pedro 1:3-5.
Fundamentalmente una persona predestinada es una persona protegida, la bienaventuranza es escudo espiritual; el fin de la vida bienaventurada (vivir los dones espirituales) por el renacimiento espiritual (Juan 3:3-8), es la vida eterna, la vida que una vez obtenida no puede perderse, por eso es eterna, y con esta vida que una herencia indestructible que Dios nos adelanta en esta vida física, recibimos la guía de Dios y la instruccion del espiritu que nos da el don de consejo (escucha, medita con intuición e inspiración, decide).
Recordemos lo que nos dice la Biblia: «El camino de Dios es perfecto; la palabra del SEÑOR es intachable. Escudo es Dios a los que en él se refugian» Salmo 18:30. La bienaventuranza nos conduce a los mayores bienes espirituales:»Creen en él y se alegran con un gozo indescriptible y glorioso», 1 Pedro 1:8.
Un ejemplo de protección espiritual es José que recibe en sueños la visita de un ángel que le advierte el peligro que corre el niño Jesús: «Un ángel del Señor se le apareció en sueños a José y le dijo: ´Levántate, toma al niño y a su madre, y huye a Egipto. Quédate allí hsta que yo te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo´ .
Así que se levantó cuando todavía era de noche, tomó al niño y a su madre, y partió para Egipto, donde permaneció hasta la muerte de Herodes» Mateo 2:13-14. También es proteccion espiritual cuando los fariseos le tienden una trampa a Jesús para encontrarlo en falta, al preguntarle si debian pagarle el impuesto al César o no, en Lucas 20:20-25; Jesus responde correctamente usando el don de consejo, emulando a Dios.

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¿Por qué debemos pedir sabiduría a Dios? La importancia de entrar al Reino de los Cielos

El Reino de los Cielos es la cultura de la excelencia: «Por tanto, sean perfectos, así como su Padre celestial es perfecto», Mateo 5:48. El Reino pregonado por Jesús es fundamentalmente un dominio o gobierno ético fundamentado en Dios: «Jesús le dijo: ¿Por que me llamas bueno? Ninguno hay bueno, sino solo uno, Dios.», Marcos 10:18.
Vivir los dones espirituales (los dones son perfecciones) es vivir eticamente porque todos los dones son buenos por definición.
¿Qué mas excelente que la sabiduría de lo alto, que proviene del mismo Dios?: «Si a alguno de ustedes le falta sabiduría, pídasela a Dios, y el se la dará, pues Dios da a todos generosamente sin menospreciar a nadie.», Santiago 1:5
La sabiduría de lo alto es el conocimiento de los medios correctos para vivir. La importancia de pedir sabiduría es fundamental, no podemos entrar al Reino de los Cielos sin sabiduría, porque cuando aprendemos sabiduría aprendemos a ser asertivos, es decir aprendemos a ser precisos y exactos; como por ejemplo en el juicio del Rey Salomón a las dos prostitutas en 1 Reyes 3:16-28, como cuando Jesus salva a la prostituta de ser apedreada: «Aquel de ustedes que este libre de pecado, que tire la primera piedra.», Juan 8:7
Cuando tomamos una decisión acertamos o fallamos, los valores, los mandamientos y el amor son formas del error, herejías que nos alejan del camino de la misericordia, del camino de la piedad. Además la ley del retorno premia la acertividad y castiga el error, la falla: «No se engañen: de Dios nadie se burla. Cada uno cosecha lo que siembra», Gálatas 6:7.
Solo cuando recibimos sabiduría es cuando aprendemos a resolver correctamente los problemas: «La sabiduría es lo primero. ¡Adquiere sabiduría! Por sobre todas las cosas, adquiere discernimiento», Proverbios 4:7. La sabiduria además vale tanto como el dinero: «Porque la sabiduría protege como el dinero protege. Pero la ventaja del conocimiento es que la sabiduría preserva la vida de sus poseedores. Eclesiastés 7:12.
Dios quiere bendecirnos con su conocimiento, pero todo depende de que camino elijamos, y como lo explica el antiguo testamento: «Hoy pongo al cielo y a la tierra por testigos contra ti, de que te he dado a elegir entre la vida y la muerte, entre la bendición y la madición», Deuteronomio 30:19.

Las enseñanzas de Jesús sobre el dinero: No se puede servir a la vez a Dios y a las riquezas. Mateo 6:24

Jesús el el Sermón del Monte anuncia las bienaventuranzas, y una serie de máximas y consejos que resumen la ética y la moral cristianas. Y entre estas importantes enseñanzas hay una referida al dinero, el dinero jamás debe ser un fin en si mismo, sino un medio para vivir bien, con dignidad, y ayudar a nuestro prójimo con obras de caridad, cumpliendo así con el nuevo mandamiento: «Nadie puede servir a dos señores, pues menospreciará a uno y amará al otro, o querrá mucho a uno y despreciará al otro. No se puede servir a la vez a Dios y a las riquezas.», Mateo 6:19-24.
A semejanza de la filosofía Platónica, Jesús nos enseña que debemos buscar la verdad, que yace en Dios, y no los bienes aparentes; el conocimiento de la verdad nunca puede perderse en cambio las riquezas si: «No acumulen para sí tesoros en la tierra, donde la polilla y el óxido destruyen, y donde los ladrones se meten a robar. Mas bien, acumulen para sí tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el óxido carcomen, ni los ladrones se meten a robar. Porque donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón.», Mateo 6:19-21.
Jesús nos plantea dos amores y dos caminos, según que es lo que mueva nuestro corazón, la codicia y el miedo son los motivadores del amor al dinero, en cambio el contentamiento, la felicidad mezclada con gozo, es el motivador cuando amamos a Dios y su sabiduría.
Si amamos el dinero, el dinero nunca va a ser suficiente, es como esa persona que teniendo sed toma agua del mar, la sed no puede disminuir, así son los malos amores, no benefician a nadie. Aparte el dinero consigo trae un mal que muchas veces pasa desapercibido, una falsa sensación de seguridad, como en la parábola del rico insensato (Lucas 12:13-21).
En cambio el amor a Dios (Ágape) es diferente, el amor a Dios es el amor proyectado hacia toda la obra de Dios, este amor esta asociado a la verdadera felicidad, la felicidad de corazón, ya que como enseña Aristóteles a mayor virtud mayor felicidad, corresponde a la Caridad, que es la virtud mas elevada y hermosa, la felicidad mas perfecta: «Dichosos los de corazón limpio, porque ellos verán a Dios», Mateo 5:8.

Qué nos enseña la Biblia sobre la importancia de mantener una buena conciencia ante Dios

La buena conciencia es fundamental porque todos juzgamos según nuestra propia medida: «Para los puros todo es puro, pero para los corruptos e incrédulos no hay nada puro. Al contrario, tienen corrompidas la mente y la conciencia», Tito 1:15.
Todos tenemos un tesoro en el corazón nos explica la Biblia y de ese tesoro es que nace tanto la buena conciencia como la mala conciencia: «El que es bueno, de la bondad que atesora en el corazón produce el bien; pero el que es malo, de su maldad produce el mal, porque de lo que abunda el corazón habla la boca.», Lucas 6:45.
Las personas con buena conciencia hacen de cada oportunidad, una oportunidad para ayudarse a si mismas y a los demás, están decididas a aprender, a mejorar, a perfeccionarse y a liberar a los demás de sus propias limitaciones y miserias: el bien es expansivo, de allí que nace la facultad de la empatía como en la Parábola del Buen Samaritano (Lucas 10:25-37), todos tenemos que hacer nuestra vida, pero siempre podemos hacernos un lugar para auxiliar a nuestros hermanos(nuestro prójimo). El buen samaritano es el ejemplo que nos pone Cristo para imitar: «Haz por los demás lo que te gustaría que hicieran por ti», Mateo 7:12.
La buena conciencia encierra en si misma de una bendición, nos libera del miedo: «En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor; porque el temor lleva en sí castigo. De donde el que teme, no ha sido perfeccionado en el amor.», 1 Juan 4:18.
Cuando cultivamos los buenos pensamientos dentro nuestro no esperamos de los demás cosas negativas o dañinas y eso nos libera de esa sensación de «miedo difuso» o de «miedo constante» que es típico de las personas mas negativas. El apóstol Pedro nos describe la buena conciencia: «Finalmente sed todos de un mismo sentir, compasivos, amándonos fraternalmente, misericordiosos, amigables; no devolviendo mal por mal, ni maldición por maldición, sino por el contrario, bendiciendo, sabiendo que fuisteis llamados para que heredaseis bendición.», 1 Pedro 3:8-9.
La conciencia, es decir aquello que nos achaca constantemente lo que somos como personas es lo que nos conduce a los fines últimos de la vida humana, las obras de la carne para los que tienen mala conciencia y los frutos del espíritu para los que acercan su conciencia a Dios:
“Las obras de la naturaleza pecaminosa se conocen bien: inmoralidad sexual, impureza y libertinaje; idolatría y brujería; odio, discordia, celos, arrebatos de ira, rivalidades, disensiones, sectarismos y envidia; borracheras, orgías y cosas parecidas. Les advierto ahora, como antes lo hice, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios. En cambio, el fruto del espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, humildad y dominio propio. No hay ley que condene estas cosas.” Gálatas 5:19-23.

Las bendiciones de Dios: Cómo podemos alcanzar la prosperidad y la riqueza según la biblia

La Biblia nos enseña sobre una riqueza bien asentada y otra que no. La riqueza bien asentada es la riqueza unida al temor de Dios y la sabiduría: «A quien venere el Señor, él le enseñará qué camino elegir; vivirá con prosperidad y su descendencia heredara la tierra», Salmo 25:12-13; «El que atiende a la palabra prospera. ¡Dichoso el que confía en el Señor!», Proverbios 16:20.
Vivir los dones nos explica la Biblia, y este vivir según el espíritu comienza con el temor de Dios (constancia, firmeza, devoción, ecuanimidad, estabilidad), el temor de Dios o Serenidad es el punto de partida, la buena tierra de la fe y el amor, el don que hace posible la conversión. La Serenidad trae consigo otro don la sabiduría («El temor de Dios es el comienzo de la sabiduría», Proverbios 1:7), la sabiduría es mentalidad progresiva, precisión y exactitud. Cuando tomamos una decisión procedemos con sabiduría o no, somos asertivos o fallamos, la sabiduría es el conocimiento de los medios correctos para vivir.
La riqueza y la prosperidad económica en la biblia tiene unos simples principios: precisión y exactitud, pensamiento progresivo, constancia y firmeza. Esta es la clave del éxito. Cuándo trabajamos sobre estas bases estamos actuando éticamente y estamos construyendo la riqueza sobre el verdadero bien del hombre: la verdad y la vida eterna (vida contemplativa, longevidad, felicidad de corazón). La riqueza en esta situación esta unida a la plenitud de los bienes espirituales en el hombre, como en el caso del Rey Salomón, cuya sabiduría proverbial estaba unida a la riqueza de un gran reino. Dios bendijo a Salomón y lo puso de ejemplo en la biblia sobre como debe proceder un hombre rico.
Hay en cambio otra riqueza que proviene de la codicia y de la mala inteligencia, esta es la riqueza mal asentada. Cuando la riqueza material esta disociada de la vida eterna (el conocimiento de Dios), y se produce una falsa sensación de seguridad y como nos enseña Jesús, el que acumula para si termina acumulando para otros:
«Y les dijo: Mirad y guardaos de toda avaricia; porque la vida de un hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee.
También les refirió una parábola, diciendo: La heredad de un hombre rico había producido mucho.
Y el pensaba dentro de si, diciendo: ¿Qué hare porque no tengo donde guardar mis frutos?
Y dijo: Esto haré: derribaré graneros, y los edificaré mayores, y allí guardaré todos mis frutos y mis bienes;
y diré a mi alma: Alma, muchos bienes tienes guardados para muchos años; repósate, come, bebe, regocíjate.
Pero Dios le dijo: Necio, esta Noche vienen a pedirte tu alma; y lo que has provisto, ¿de quien será?. Así es para el que hace para sí tesoro y no es rico para con Dios.», Lucas 12:16-21.
Los que siguen el camino del error (herejía), difícilmente prosperan y para eso dependen de los que les provea la suerte; la inconstancia y la codicia traen numerosos problemas y como dice el dicho: «Sembraron vientos y cosecharan tempestades», Oseas 8:7.
Tenemos que elegir entre el camino de la sabiduría y el camino del error, los dos caminos pueden producir riquezas diferentes, elegimos.

El Reino de Dios:¿Cuál es la diferencia entre virtudes morales y dones espirituales en la biblia?

Jesús nos describe el Reino de Dios con parábolas: «El Reino de los cielos es semejante a un grano de mostaza, que un hombre tomó y sembró en su campo, y que de todas las semillas es la mas pequeña; pero cuando ha crecido es la mayor de las hortalizas, y se hace árbol, de modo que las aves del cielo vienen y anidan en sus ramas.
Les dijo otra parábola: El reino de los cielos es semejante a la levadura que una mujer tomo y escondió en tres medidas de harina hasta que todo quedo fermentado.», Mateo 13:31-33.
1) Los dones espirituales son progresivos como la levadura que fermenta o la semilla que se transforma en árbol, los dones espirituales se viven porque se crece. Los dones espirituales son perfecciones, se heredan y su origen es Dios: «Por tanto, sean perfectos, así como su Padre celestial es perfecto.», Mateo 5:48. Cuando vivimos los dones espirituales estamos aplicando mentalidad progresiva: «renuévense en el espíritu de su mente», Efesios 4:23. Sino aprendemos a pensar progresivamente no podemos interpretar los evangelios, ni la sagrada escritura en general: «Entonces les abrió el entendimiento, para que comprendiesen las Escrituras.», Lucas 24:45.
Es por esto que el Reino de los Cielos es una gracia, las personas inconstantes y que dependen de la suerte no pueden comprender el «misterio de la progresividad»: «Por eso les hablo por parábolas: porque viendo no ven, y oyendo no oyen, ni entienden.», Mateo 13:13. La virtud moral en cambio implica «la practica», no existe el concepto de progresividad en el plano de la virtud, la virtud se practica simplemente para alcanzar la felicidad: «La felicidad es el premio a la virtud», Aristóteles.
2) El concepto de retribución, los dones espirituales están sujetos a la ley del retorno: «No se engañen: de Dios nadie se burla. Cada uno cosecha lo que siembra. El que siembra para agradar a su naturaleza pecaminosa, de esa misma naturaleza cosechara destrucción; el que siembra para agradar al Espíritu, del Espíritu cosechará vida eterna.», Gálatas 6:7-8. Los dones nos retribuyen bendición, si vivimos un don recibimos como premio otro don espiritual. Además la retribución es progresiva: «Sembraron vientos y cosecharán tempestades», Oseas 8:7; también: «la piedad es útil para todo, ya que incluye una promesa no solo para la vida presente, sino también para la venidera.», 1 Timoteo 4:7-8.
El concepto de retribución esta ausente en la filosofía griega.
3) Las virtudes morales responden al deseo de felicidad en el hombre, este deseo es un deseo egoísta; en cambio los dones espirituales responden al deseo del bien en la Biblia; el deseo del bien es el deseo de las almas puras.

Qué nos dice la Biblia sobre el don de la confianza o seguridad en Dios.

La fe y la esperanza son dones que se reciben con la conversión, es decir, con el paso de una vida llena de pecados a una vida de rectitud ( «Haz por los demás lo que te gustaría que hicieran por ti”, Mateo 7:12 ). La esperanza nos explica Tomás de Aquino es la seguridad de recibir la vida eterna, el conocimiento de Dios («Esto es la vida eterna, que te conozcan a ti, único Dios verdadero», Juan 17:3). Estos dones espirituales asisten al creyente porque la razón no puede percibir la verdad: «Pero cuando llegue lo perfecto, lo imperfecto desaparecerá. Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño; cuando llegué a ser adulto, deje atrás las cosas de niño. Ahora vemos de manera indirecta y velada, como en un espejo; pero entonces veremos cara a cara. Ahora conozco de manera imperfecta, pero entonces conoceré tal y como soy conocido.», 1 Corintios 13:10-12.
La percepción por parte de la mente de la verdad, es una consecuencia del nuevo nacimiento en el agua y el espíritu, en filosofía este nacimiento se denomina Gnosis: “De veras te aseguro que quien no nazca de nuevo no puede ver el Reino de Dios—dijo Jesús.
—¿Cómo uno puede nacer de nuevo siendo ya viejo?—pregunto Nicodemo ¿Acaso puede entrar por segunda vez en el vientre de su madre y volver a nacer?
— Yo te aseguro que quien no nazca del agua y del espíritu no puede entrar en el Reino de Dios— respondió Jesús—. Lo que nace del cuerpo es cuerpo y lo que nace del espíritu es espíritu”, Juan 3:3-6
Cuando nacemos de nuevo recibimos la vida eterna y los dones que definen la integridad del hombre es decir los dones de sabiduría, entendimiento y discernimiento; y como consecuencia la esperanza se extingue o se realiza. Jesús explica esto con una bienaventuranza: «Bienaventurados los puros de corazón porque verán a Dios», Mateo 5.8. La visión de Dios hace que la fe y la esperanza den lugar a la confianza o seguridad en Dios. Este don acompaña la vida eterna, la vida contemplativa y el don de la perseverancia, la determinación diaria de evitar el mal obrando el bien. La confianza en Dios se considera la fe adulta, la fe perfeccionada por el don de ciencia. La seguridad es una comprensión diferente de la fe porque se perciben con la inteligencia las realidades divinas: «No mirando las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas», 2 Corintios 4:18.
La Fe y la esperanza, junto con la razón o la justicia son conceptos que no pueden aplicarse al hombre espiritual, porque el hombre espiritual no esta separado de Dios, sino en comunión con el: «En cambio, el que es espiritual lo juzga todo, aunque él mismo no esta sujeto al juicio de nadie, porque ´¿quien ha conocido la mente del Señor para que pueda instruirlo?´ Nosotros, por nuestra parte, tenemos la mente de Cristo.», 1 Corintios 2:15-16. También, «Pero el que se une al Señor se hace uno con él en espíritu», 1 Corintios 6:17.

La confianza es la fe perfeccionada por el don de ciencia.