En la doctrina del Reino de los Cielos que nos presenta el apóstol Pablo hay una oposición continua entre el hombre espiritual y el hombre natural, el primero posee la gracia de la plenitud espíritu en cambio el segundo no. En la biblia el espíritu puede entenderse como el «deseo del bien» o la sabiduría inserta en el corazón del hombre. El hombre espiritual y el hombre natural representan mentalidades que se oponen entre si, una edificante, progresiva, asertiva, benévola; la otra caótica, destructiva, involutiva, injusta, retardante. La lucha ente el bien y el mal es eterna.
Pablo nos presenta estas lógicas del pensamiento de la siguiente manera: «El que no tiene el Espíritu no acepta lo que procede del Espíritu de Dios, pues para él es locura. No puede entenderlo, porque hay que discernirlo espiritualmente. En cambio, el que es espiritual lo juzga todo, aunque él mismo no esta sujeto al juicio de nadie, porque
´¿quién ha conocido la mente del Señor para que pueda instruirlo?´ , 1 Corintios 2:14-16.
El hombre natural razona de una manera muy especifica, su «ego», es decir su amor propio lo dirige hacia hacia los bienes aparentes, el dinero, el poder, la fama. Siguiendo este criterio el buscar la verdad no tiene ningún sentido, y menos preocuparse por el prójimo. El hombre natural se dice a si mismo que cada hombre tiene su propia concepción de lo que es verdadero.
La diferencia entre el hombre espiritual y el hombre natural la vemos con claridad en la parábola del buen samaritano (Lucas 10:25-37), el levita y el sacerdote son hombres naturales y frente a su prójimo necesitado pasan de largo, hay una cosificación del otro, es decir se lo percibe como a un objeto; en cambio el samaritano que es un hombre espiritual se conmueve y siente empatia, como resultado actúa de acuerdo a la regla de Oro; «haz por los demás lo que te gustaría que hicieran por ti», Mateo 7:12. Es por esto que las mentalidades se traducen en caminos: pecamos o vivimos rectamente, como lo explica el Salmo 1, el salmo de los dos caminos. La conducta del hombre natural esta ordenada a destrucción, en cambio la conducta del hombre espiritual esta ordenada a la contemplación de Dios, la misma vida eterna.